Escrito por Mónica Lozada Páez*

Cuando las personas se acercan a los procesos psicoterapéuticos, generalmente van buscando comprender una situación, aliviar un dolor, superar un trauma o descubrirse a sí mismos. Sea cual sea el objetivo, el proceso requiere la ejecución de acciones que son producto de la toma de decisiones.

El movimiento que implica tomar decisiones es la mayor dificultad que tienen las personas para resolver su situación. Tomar decisiones implica cambiar, dejar algo, salir de un lugar, alejarse de personas, mudarse de la “comodidad”. Aun así, por difícil que sea la situación, las personas se acomodan y de cierta manera prefieren quedarse en ella, como quien se acostumbra al “hueco de su colchón” y rechaza el cambio a un colchón ortopédico.

El temor que se enfrenta a la nueva vida, a lo desconocido, a la incertidumbre, es lo que nos paraliza y nos impide realizar el cambio. En el fondo, sabemos que ese nuevo camino, nos pone de cara a la soledad y nos reta a descubrir y desarrollar herramientas personales biológicas, emocionales, intelectuales o espirituales. En particular, tenemos miedo a fracasar y queremos que alguien resuelva nuestras luchas o, que al menos, este ahí para levantarnos de la caída. Evitar los cambios es el rezago de una crianza que suprimió nuestra libertad de elección, nuestra responsabilidad, lo natural de nuestros procesos humanos y nos llenó de dependencia y de ideales de vida. 

Necesitamos saltar al vacío, arrojarnos al encuentro con lo nuevo, sin el pensamiento mágico de que “todo saldrá bien”, y con la certeza de que lo que tengamos que vivir, será parte del proceso que nos permitirá resolver la situación que nos llevó a buscar ayuda. Solo así los seres humanos podremos asumir eventos como la muerte de nuestros padres, la pérdida de nuestra pareja, la terminación de un empleo o atravesar una enfermedad; solos, sabiendo que viviremos esta situación de otra manera, y que podemos encargarnos de ella adaptándonos de manera creativa y con la certeza que solo así estaremos bien, ¡Muy bien!

Esto es la libertad de hacer, el sentimiento de poder y de responsabilidad con nosotros mismos. Solo así aprenderemos que nada nos amarra, que si estamos con alguien o en una situación particular, es bueno, pero sino también: no será mejor o peor, muy seguramente será diferente.

*Mónica Lozada Páez. Equipo Grupo Awen. Psicóloga, Psicoterapéutica, Sexóloga, Profesora universitaria, Coach.